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El One Drop Extravaganza demuestra que los High Rollers son para los pros

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El tiempo da y quita razones, y en el caso de aquellos que consideraban un grave error prohibie el acceso a los torneos del One Drop Extravaganza a los profesionales, parece que se la está dando.

Guy Lalibertí¨ tomó muchí­simos riesgos al crear su propio festival en Montecarlo.

Su idea de montar un torneo de un millón de dólares en el seno de las WSOP 2012 recibió un apoyo casi unánime. Del éxito inicial provino la idea de prolongar la relación con las WSOP como un torneo de 100.000$ al año siguiente, para regocijo de casi todos Repetir la entrada millonaria en 2014 acarreó las pirmeras crí­ticas sobre su sostenibilidad, Pero el evento salió adelante, aunque con menos oropel.

El fundador del Circo del Sol no renunció a hacer del Big One for One Drop una cita bianual, y para la edición de 2016 decidió desvincular el evento millonario de las WSOP y crear un festival propio en Montecarlo. Al riesgo que conllevaba abandonar el paraguas de las WSOP, Lalibertí¨ añadió la reserva del derecho de admisión. Ningún jugador profesional serí­a admitido en el torneo, pues la agenda de Lalibertí¨ estaba repleta de nombres de empresarios deseosos de jugar el evento, pero reacios a donar la entrada a los buitres del naipe.

Muchos jugadores profesionales habituales del circuito de High Rollers tomaron esta decisión como un motivo de enfrentamiento directo, y la polémica se prolongó hasta el mismo momento de la victoria de Elton Tsang.

Una semana antes del torneo, Lalibertí¨ presumí­a de tener 35 participantes confirmados. A la hora de la verdad fueron 26. De estas poco más de dos docenas de jugadores, algunos como Dan Shak, Paul Newey o Talal Shakerchi apenas pasaban el test del amateurismo, prueba en la que fracasaban totalmente Andrew Pantling, jugador de nosebleeds en la época dorada de Full Tilt o Senh Man Ung, un regular que no se pierde un Eureka, un IPT o un UKIPT.

La baja participación en el Main Event parece una marabunta si se compara con las ridí­culas cifras de registro en los paralelos. Ocho jugadores en el torneo inicial de 10.000€. Cuatro en el de juegos mixtos. Doce en el de 100.000€ que cerró el festival, y eso que dejaron jugar a los pros que estaban presentes como coachs y se apuntaron Mustapha Kanit y Tom Marchese, entre otros.

El torneo Heads-Up de 50.000€ fue un auténtico cara a cara. ¡Solo se apuntaron dos jugadores!.

Es difí­cil darle la razón a Lalibertí¨ frente a estos números. No existen los multimillonarios ansiosos por jugar High Rollers, no tantos como prometió él, al menos. Y los que están dispuestos a jugarlos lo han hecho en el pasado contra profesionales, numerosas veces. Paul Phua, Cary Katz, Rick Salomon,… todos han jugado otros High Rollers en las WSOP o el EPT, que es donde este tipo de torneos es viable. El fallido circuito del Alpha8 que se inventó el WPT ya demostró que los pros tampoco están dispuestos a jugar entre sí­, sin el dinero muerto que encuentran en el seno de los festivales.

El futuro del Big One for One Drop está en el alero. Su condición de evento benéfico lava completamente cualquier tipo de polémica, o la decepción por el bajo aforo logrado. El dinero recogidos para la ONG superó los 3.000.000€, y eso es un verdadero dineral en cuanto a la recaudación para una obra benéfica. Desde ese punto de vista, el One Drop Extravaganza es un éxito brutal.

Por tanto, lo más lógico es que siga repitiéndose. ¿Volverá Guy al redil y volverá a pedir la inclusión en el calendario de las WSOP?¿Repetirá la idea de un festival autónomo, pero abierto esta vez a todo el que quiera participar?¿O nos espera una nueva vuelta de tuerca en el formato? Cualquiera que sea la respuesta, seguro que algo cambia, porque el One Drop Extravaganza se quedó muy, muy corto en cuanto a las expectativas previas al festival.

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