Hace unos días, el Venetian fue noticia por ser el primero en volver a programar un festival de torneos multimesa en Las Vegas, tras la reapertura de los casinos.
Los optimistas saludaron el paso dado hacia la mal llamada «nueva normalidad». Los pesimistas auguraban problemas inesperados, derivados de la atípica situación en la que nos ha sumido el coronavirus.
Poco ha tardado en surgir el primer escándalo en el Venetian, un berenjenal en el que los que más van a sufrir son el equipo de relaciones públicas y, probablemente, el legal.
El ventilador se ponía en marcha en los foros de 2+2, donde se recogía una publicación de Facebook en la que el cuidador de un jugador afectado de atrofia muscular degenerativa apellidado Cullen acusaba al casino de discriminación. Este chico fue expulsado de un torneo, según la acusación pública de su acompañante, por no poder coger las cartas por sí mismo.
Antes de levantar el dedo acusador, una noticia de este calado requiere de una confirmación. El propio casino aportó la prueba concluyente, utilizando la cuenta oficial de Twitter para intentar explicar lo sucedido. En una serie de tres tuits, el casino se excusó culpando de lo ocurrido a los requisitos especiales impuestos por las autoridades en relación al COVID-19.
At The Venetian Resort we welcome all guests. Today a guest who requires assistance joined us to play in the Deep Stack Showdown Poker Series at the Venetian Poker Room. He was joined by an assistant to handle the cards and chips. (1/3)
— The Venetian Resort Las Vegas (@VenetianVegas) September 15, 2020
The Poker Room was configured to COVID-19 requirements by the Nevada Gaming Control Board. An additional guest at the table would make the tournament non-compliant with these government-imposed requirements. Therefore, we put a hold on the guestâ€s tournament participation. (2/3)
— The Venetian Resort Las Vegas (@VenetianVegas) September 15, 2020
Under regular circumstances we would be able to accommodate this guest easily except for the requirements imposed by the governmental authorities due to COVID-19.
We have found a solution that allows for play while we remain compliant with governmental requirements. (3/3)— The Venetian Resort Las Vegas (@VenetianVegas) September 15, 2020
Ni era la explicación más reconfortante, ni daba respuesta a las principales quejas de los damnificados.
Según las afirmaciones del cuidador, él y Cullen llegaron al casino y el personal les gestionó la tarjeta de jugador y aceptó el buy-in del torneo.
Igual que han hecho decenas de veces en el circuito español Pablo Cusí y su hermano Javier, que nos han venido al recuerdo de inmediato -y a quienes saludamos afectuosamente-, el cuidador y el jugador se situaron juntos en la mesa. El primero informa de las cartas y la situación de la mano y espera las instrucciones del jugador, que es el único que tiene voz en este apartado.
Al parecer, el dúo participó en numerosas manos antes de que la organización decidiera apartarles del torneo por incumplir los protocolos sanitarios.
A cada actualización del incidente, la situación resultaba más bochornosa. Cullen y su ayudante se negaron a abandonar la mesa y el casino envió al equipo de seguridad, amenazando con llamar a la policía. Luego cerraron la mesa y procedieron a retirar las fichas de Cullen. El casino prometió que el equipo legal se reuniría con ellos en la poker room pero los tuvieron esperando horas sin respuesta. «Cullen lleva un catéter y se lo he tenido que vaciar en un salón lleno de jugadores», clamaba el cuidador.
Según este relato, es imposible que la solución que promete el tuit del Venetian se haya podido aplicar al torneo en marcha.
La tozudez con la que Cullen decidió exigir sus derechos muestran una clara determinación para que esto no quede así. Esto puede derivar en una complicada batalla legal que el Venetian no tiene por qué tener perdida, pues más allá de la lógica de las circunstancias específicas, una aplicación estricta de las medidas de aislamiento social podría respaldar su actuación.
Ahora bien, después de aceptar el pago y dejar que Cullen jugara durante horas, y del trato que le dieron in situ, la batalla de las relaciones públicas sí que no hay manera de remontarla.
