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Regreso al Cirsa Poker Tour Isla Margarita. Día 3

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Despierto a las ocho de la mañana. Aprovecho el paseí­to matinal para hacer una gestión bancaria. Parece mentira como arrea Lorenzo a estas horas. Cuatro cuadras es mucha distancia para hacer a pie, con este sol.

Aprovecho un puesto ambulante para recuperar lí­quidos. Coste de medio litro de zumo natural, 60 cts. de euro.

En el banco hay más cola que en urgencias en invierno. Parece una oficina del INEM española. Una hora tengo que esperar para que me atiendan. Durante la espera se sienta a mi lado un Comando Motorizado (la policí­a montada en moto). Nuestras rodillas son taaaan distintas…

De vuelta cojo un taxi. No estoy para otro baño de sol y el viaje son 2 euros. El taxista es de Barquisimeto, que casualidad. Amable como todo el mundo aquí­. El personal del Casino está siempre pendiente de que no nos falte de nada. Los empleados del hotel, atentos como pocos he visto. Los jugadores, fuera de las mesas, nos preguntan constantemente si todo está fino, como está la familia, como lo estamos pasando… Ya tenemos dos invitaciones para ir a comer a restaurantes de jugadores locales. Todo el trato confirma lo que ya dije en las crónicas del viaje de febrero: que la gente de este paí­s es maravillosa. Otra cosa son otros aspectos organizativos del paí­s por los que voy a pasar de puntillas esta vez. Realmente, tampoco es mi problema.

Después del paseí­to, desayuno de rigor. La foto es parecida a la de ayer, si. Añado caraotas negras al menú. Si sólo leyeras el VEA te entrarí­an ganas de invadir Estados Unidos túsolito.

Nos juntamos en el lobby, interneteando un rato. Me entero que Marcos, «el Metralleta«, hizo mesa final en el torneo de ayer, para 2.500$, una buena noticia. Llegan Tulio, uno de los jugadores locales más serios y un primo suyo peruano, David. Primo de parentesco, ojo.

Nos vamos a comer al Bufalo´s, donde Tulio dice que tratan muy bien la carne. Cuando acabamos con los entrantes cortan el suministro eléctrico…

No sé. No entiendo mucho de esto, pero creo que el ahorro energético no compensa la pérdida comercial. Un centro comercial, en hora punta, sin aire acondicionado. A mí­ se me quitarí­an las ganas de comprar… El centro comercial, efectivamente, se vací­a poco a poco… Nos cambian a una mesa, al lado de la entrada, donde hay luz natural. Aún así­, el calor es agobiante.

Ni postres, ni cafés para rematar una carne excelente. No se está a gusto, la verdad.

Al llegar al hotel, después de los cafés, se retiran todos a descansar un poquito antes del torneo.

Recibo una visita sorpresa. Esperada, pero sorpresa por el dí­a. Acomodo a mis invitadas y me bajo a la playa para hacer unos ejercicios de concentración. Cuando nos juntamos todos los jugadores a la entrada de la poker room, me siento bien como pocas veces antes de un torneo. Tanto fí­sica como mentalmente.

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