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Chris Moorman, historia de una obsesión

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Chris Moorman cumple una década como profesional del poker. No es el primero en conseguirlo, ni el más longevo, ni mucho menos, pero sí­ probablemente el mejor en este periodo de tiempo, al menos en la categorí­a de los torneos online.

En un mundillo en el que los egos son tan fácilmente heridos y en el que las comparaciones son tan subjetivas, lo más sencillo es recurrir a las cifras. La matemática rige el juego y minimiza la discusión. Moorman ha ganado cerca de 13.500.000$ ganados en premios en torneos online, a mucha distancia del segundo. Y en vivo, las recompensas se acercan a los 4.500.000$, siendo su éxito más reciente el tercer puesto logrado en el Estrellas del EPT Barcelona.

La carrera de Moorman está marcada por la obsesión. En un momento crí­tico en su camino hacia la realeza de los torneos online, los rankings de la web Pocketfives se convirtieron en la medida de esa obsesión. Pues esos rankings dicen que Moorman logró ser el número uno del poker online al menos en 11 momentos distintos de su carrera, y que es el jugador con más Triples Coronas, con 25, una categorí­a en la que es dominador absoluto, con la única respuesta del chileno Nicolás Fierro (21).

Pokernews, por medio de un extenso artí­culo firmado por Marty Derbyshire, ha recopilado la historia de esos diez años de poker, con la inestimable ayuda del protagonista. Y es apasionante.

«La emoción que me invade cuando logro un triunfo no es la misma que antes, pero he aprendido a apreciar aún más lo que hago, de muchas maneras.

Realmente aprecio que el poker me permita fijar mi propia agenda, a mi propio ritmo. Como jugadores, podemos viajar a todos esos sitios maravillosos para ver a todos esos amigos que tengo alrededor del mundo. Aunque hayan pasado unos meses sin verles, rápidamente recuperas la amistad, solo que en un sitio nuevo, viendo y experimentando nuevas cosas juntos.

El poker tiene, definitivamente, un montón de ventajas. Cierto, no es tan fácil como era antes, pero aún puedes ganarte bien la vida, una muy divertida. Así­, que por ahora, seguiré en el poker».

Moorman descubrió el poker mientras era universitario. Junto a un grupo de amigos, decidió dedicar las noches de los lunes a jugar los freerolls de una sala británica. «Tampoco habí­a mucho que hacer los lunes». Chris le cogió el gusto y un dí­a festivo decidió apuntarse a jugar por su cuenta, y le llegó un golpe de suerte.

Ganó unos pocos cientos de dólares quedando segundo y pudo empezara jugar sits, intentando hacer crecer la cifra sin traicionar la promesa que habí­a hecho junto a sus amigos. «Hicimos un pacto de no depositar, porque no querí­amos que nos consideraran unos gamblers». También probó el cash. Su estrategia era ir all-in cada mano para robar las ciegas.

Cuando su banca se redujo hasta los 25$, los metió de golpe en un sit. Ahí­ pudo acabar la carrera de Moorman, pero lo ganó. Chris se dio una semanita de reflexión. «Reculé, volví­ y me di cuenta de todo lo que estaba haciendo mal». Su nueva estrategia era más tight y más efectiva, perfecta para la época.

«En aquel tiempo era más difí­cil perder que ganar. La idea de que habí­a un juego de cartas en el que podí­a ganar dinero, jugar unas pocas horas y acabar ganando unos cientos de dólares, era deslumbrante. Yo tení­a la ilusión de ser probador de videojuegos o escribir en una revista, poder ganar dinero jugando a las cartas me parecí­a lo más guay del mundo. No dirí­a que era una adicción, porque terminó siendo mi trabajo, pero sí­ que era una obsesión».

Lo de hacer del poker un trabajo llegó de inmediato. El poker era un sustituto perfecto a los trabajos de verano con los que ayudaba a pagar la Universidad. Mintió a sus padres para no volver a casa por vacaciones y poder jugar todo el dí­a. Finalmente, cuando terminó Económicas y sus ganancias habí­an empezado a despegar gracias a los consejos de mentores como David Gent y Paul Foyton, confesó.

Su padre le dijo que apoyarí­a su intención de hacerse profesional del poker durante seis meses, el periodo de tiempo que le daba para demostrarle que el poker podí­a ser un medio de vida. Medio año después, su padre le que querí­a era aprender a jugar para ganar igual que su hijo.

«Tení­a que funcionar, en seis meses. Habí­a probado lo que podí­a ser esta vida y lo veí­a tan cerca, que di de mí­ todo lo que pude en esos seis meses. Tení­a amigos que querí­an salir los viernes, pero yo me quedaba en casa, esperando a que los borrachos volvieran a casa y tiraran su dinero. Al final, se me dio mucho mejor de lo que esperaba».

Su sala local, Victor Chandler, se le quedó pequeña, y tuvo que dar el salto a lobbys más grandes, los de PokerStars y Full Tilt Poker. Era consciente de que allí­ las mesas eran más duras, y no estaba por la labor de jugar mientras esperaba la ayuda de un amigo para configurar el software estadí­stico, así­ que un domingo se abrió unos torneos.

«Quedé quinto en un torneo de Full Tilt y gané 13.000$. Me di cuenta de que allí­ todos eran peores que en las mesas de cash. Cuando ganaba en cash y tení­a una buena sesión, pues me compraba una tele u otras cosas que me apetecí­an. Ya me habí­a comprado todo lo que me iba a comprar, y los torneos me aportaron una nueva fuente de adrenalina. Descubrí­ Pocketfives y me obsesioné con escalar los rankings.

Los rankings salí­an los miércoles y yo iba emocionado a ver dónde estaba. Realmente se convirtió en mi vida. Todo lo demás se convirtió en secundario respecto al poker. Mirando hacia atrás, era un poco extremo».

Su ascenso hacia el primer puesto se iba acelerando según avanzaba, pues su despegue le permití­a ampliar su agenda de contactos e ir mejorando gracias a la interacción con otros jugadores. «De aquella, todo el mundo intentaba cosas nuevas. El poker era relativamente nuevo para todos y todo el mundo estaba dispuesto a compartir y a tratar de aprender de los demás».

Las victorias empezaron a apilarse y Chris empezó a tachar objetivos de su lista. «Me encantaba el sentimiento de victoria. Preferí­a ganar un torneo más pequeño que quedar tercero o cuarto en uno de los grandes. Por eso jugaba siete dí­as a la semana. Las mesas eran tan fáciles que lo difí­cil era parar de jugar. En cada sesión lograba mesas finales, y ganar algo de dinero. Me obsesioné».

La palabra obsesión está omnipresente en las declaraciones de Moorman a Pokernews. En esa época lo jugaba todo, en todas las salas. Y lo ganaba todo, también. Eran los premios los que alimentaban la fijación de Moorman, y lo único que logró separarle temporalmente de las mesas fue una posible nueva fuente de ingresos: el bancaje.

Todos los contactos que Chris forjó durante su desbocado sprint hasta el número uno le abrieron la puerta a un nuevo modo de disfrutar del poker. De primeras, un jugador al que ayudó a jugar el PCA Bahamas hizo mesa final y le supuso ganancias cercanas a 1.000.000$. Y, claro, ese Moorman que estamos empezando a conmocer se involucró a tope en una nueva experiencia relacionada con las cartas. Tení­a tantos caballitos en un Main del WCOOP que el lí­mite de 1.000.000$ en transferencias de PokerStars se le quedó pequeño y tuvo que buscar otros métodos para pagar los últimos buy-ins.

«Cuando vi que podí­a ganar un millón de dólares en un dí­a mientras me emborrachaba en el raí­l, realmente pensé que ahí­ estaba el quid de la cuestión. Creo que cerré los ojos. Pensé que todo el mundo podí­a ganar, o al menos que yo les podrí­a enseñar a ganar. Habí­a ganado un montón de dinero con el que no sabí­a qué hacer. No conducí­a y no me compraba coches; no sabí­a dónde iba a querer vivir, así­ que no compraba casas. No invertí­a en Bolsa porque no querí­a tomarme la molestia de tener que informarme.

Me creí­ que sabí­a todo sobre poker. Que sabí­a quién jugaba bien y quién jugaba mal, y que podí­a bancar a los buenos y hacer dinero fácil; el cielo era el lí­mite. No tardé mucho en tener jugadores que me costaban cientos de miles de dólares y nunca he sido muy bueno a la hora de cortarles el grifo».

A la sangrí­a de los bancajes se le unió la frustración de no ser capaz de ganar en vivo. Se le juntó todo, y empezó a dudar de su capacidad de trasladar el éxito online a los circuitos internacionales.

Moorman fue de los pocos a los que les vino bien el Black Friday. Librarse de todos sus caballos le permitió concentrarse en sí­ mismo, y los resultados en vivo empezaron a llegar.

«El año del Black Friday fue el de mi despegue en vivo. En enero habí­a llegado a la mesa final de los Aussie Millions y ese verano en las WSOP todo parecí­a salirme bien. Llegaba lejos en todos los torneos. Estuve a punto de ganar el Player of the Year y ni siquiera jugué los eventos de juegos mixtos».

Conoció a Katie Lindsay, una agente de jugadores, en el raí­l de Jason Koon. Poco después, Los Angeles se convirtió en parada intermedia entre México y Canadá, adonde Chris se desplazaba para poder jugar online.

A finales de 2013 la relación era tan seria como para que Chris le pidiera la mano de Katie a su padre, aunque no le dijo nada a ella porque necesitaba más seguridad económica antes de dar el paso. El objetivo de formar una nueva familia le llevó a conseguir su único premio de siete cifras.

«Los bancajes le habí­an dado un golpe muy duro a mi banca. Sabí­a que ella esperaba que me declarara, pero esperaba poder ganar algo importante antes. Su madre se fue de la lengua después de una discusión fuerte que tuvimos; le dijo que no hiciera nada drástico porque yo ya le habí­a pedido su mano a su padre. Ella debió pensar que me lo habí­a pensado mejor, porque habí­amos estado en sitios muy exóticos, perfectos para declararme, pero nada. Entonces llegó la victoria en el LA Poker Classic, y fue perfecto».

El matrimonio ha sido lo que ha acabado por fin con las obsesiones de Moorman. Ahora tiene que equilibrar la vida personal y la profesional. Aceptó un acuerdo de representación con 888Poker y selecciona con más tino sus apariciones en vivo y sus desplazamientos a Gran Bretaña para jugar online, por ejemplo para las próximas WCOOP. Y si su desempeño en el reciente EPT Barcelona es un ejemplo del nuevo prisma a través del cual ve el poker el nuevo Moorman, mejor no confiarse con él.

«El juego ha cambiado tantí­simo a lo largo de estos años… El poker ya no es mi prioridad número uno. Soy más viejo, y tengo otras cosas en mi vida, así­ que no le puedo dedicar el tiempo que serí­a ideal.

Hay muchos deportes en los que es muy fácil saber cuando te ha llegado la hora, cuando ya no eras capaz fí­sicamente de hacer las cosas que hací­as antes. En el poker no es así­, Puedes tener éxito aun siendo mucho más mayor, incluso cuando te es más complicado encontrar tiempo para jugar. Puedes usar toda esa experiencia, el truco es usarla como ventaja».

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