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Gonzalo García Pelayo

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Incansable observador, encontró patrones probabilí­sticos en el juego de la ruleta, e hizo de ese estudio su profesión y su talento, llegando a diseñar un método infalible contra la banca… sólo hay que observar, aprender y ganar… la suerte no tiene nada que ver. Gonzalo Pelayo ha superado al azar.

Según Gonzalo Garcí­a-Pelayo, hay ocasiones en las que la probabilidad impone la suerte, pero en otras podemos conformar nuestra vida y soñar, inventar nuestra propia realidad.

Todas estas ideas están recogidas en un libro que recientemente ha escrito junto a su hijo Iván y que está siendo todo un éxito de ventas: «La Fabulosa Historia de los Pelayos», en el que intenta dar su visión del juego y de la vida: nuestra realidad es competencia y no hay nada más competitivo que el juego. Una idea fundamental que todo jugador ha de tener siempre presente es la importancia del fracaso, no se puede aprender sin perder, estas pérdidas son el abono vivificador sobre el que crece nuestro conocimiento.

Pero todo esto fue antes de dedicarse en exclusiva al juego: Gonzalo nace en Madrid en 1947 en el seno de una familia jerezana de 16 hermanos, siendo padre de cinco hijos. Profesional de la radio ha dirigido programas y trabajado junto a Carlos Herrera o Jesús Quintero. Para la televisión ejerció como presentador, autor de cortos y director de la serie Pensión de Patio.

Posteriormente se aventuró en el mundo del cine y dirigió cinco largometrajes, de temática, estilo y presupuestos muy diferentes: Manuela, Vivir en Sevilla, Frente al Mar, Corridas de Alegrí­a y Rocí­o y José.

Pero en la faceta de manager que más ha destacado ha sido la de productor musical: son más de de 130 los discos que ha lanzado al mercado: Marí­a Jiménez, Luis Eduardo Aute, Joaquí­n Sabina o Carlos Cano son algunos de los artistas con los que ha trabajado. Fue el gran descubridor de Triana e incluso fue apoderado de varios toreros entre los que destacan Pepí­n Jiménez.


Los Pelayos nos enseñan que podemos adaptar las reglas del juego a la vida diaria. Todo juego cientí­fico se basa en el análisis preciso de las leyes de probabilidad. Un buen jugador juega cuando esta probabilidad le favorece, aunque no sea esa probabilidad soñada del 100%. Un buen jugador no juega situaciones en las que lo probable esté en nuestra contra. ¿Por qué no hacemos esto todos los dí­as? ¿Por qué jugamos cuando las probabilidades están en nuestra contra?La vida está ritmada con el metrónomo de la probabilidad: nacemos sin defectos o con defectos, niño o niña, encontramos un buen trabajo al término de una carrera universitaria o no. Es más probable casarse con el hermano(a) de un amigo(a) que con un indochino(a).Hay muchos casos que esa probabilidad nos la impone la suerte, pero en otros, si la tenemos en cuenta, podremos conformar nuestra vida y SOí‘AR, INVENTAR NUESTRA REALIDAD.

Nuestra realidad es muchas veces competitiva. No podemos evitar competir en exámenes, oposiciones, negocios, shares, cuotas de mercado y nada más competitivo que el juego. Una idea fundamental en todo buen jugador es la importancia del fracaso: no se puede aprender sin perder. Tienen que ser pérdidas limitadas, de sólo una parte de nuestra banca pero esas pérdidas son como el abono vivificador sobre el que crece nuestro conocimiento. Entender el fracaso como parte esencial del desarrollo de la vida nos permitirá liberarnos de muchos temores infundados. El miedo a perder, el fracaso, el terror a esa carta que asusta pero que también puede ser que atemorice más al rival y podamos aprovecharla para crear un oportuno farol que nos haga ganar cuando creí­amos que í­bamos a perder.

Muchas veces las instituciones (Estado, religiones, ideologí­as, modas, etc.) crean miedos infundados que paralizan a los individuos, son esas cartas que asustan (un as cuando no llevas ases) y que hay que aprender a saberlas jugar con decisión.Finalmente, debemos buscar un centro de gravedad permanente como decí­a el cantante Franco Battiato. Nuestro campamento base, como en el juego, nuestra estrategia. No son elementos que entran en la lucha pero sí­ son los cuarteles de invierno a los que se retiraba César. Puede ser la familia, un amigo, una mujer, los hijos, una fe religiosa, una ideologí­a social.

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