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La última esperanza de Stu Ungar salió mal, un minidocumental

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Pokerlistings ha compuesto una pequeña pieza audiovisual sobre el tricampeón del Main Event de las WSOP Stu Ungar, un jugador que podrí­a haber dominado el circuito durante varias décadas de no ser por sus problemas con la ludopatí­a y las drogas.

Ungar siempre tuvo un don para las cartas. Como cuenta Hellmuth en el documental, a los 14 años era el mejor jugador del mundo de gin rummy, y los mafiosos le colocaban en partidas en las que ganaba ingentes cantidades de dinero. «¿Qué le queda por hacer a un crí­o que a los 14 años gana esa cantidad de dinero y es virtualmente invencible?«.

Estaba destinado a ejercer un dominio similar en el poker. Era implacable, según Mike Sexton, porque cada vez que se encontraba en disposición de destrozar a un rival, se acordaba de toda la gente que se burlaba y se aprovechaba de su madre por lo mal que jugaba al Stud. Ungar, en lo más alto de su carrera, ganó las ediciones de 1980 y 1981 del Main Event de las WSOP ejerciendo un dominio absoluto del torneo.

Todo el mundo conoce los excesos que acabaron con la carrera de Ungar. Uno sospecharí­a que el abuso de las drogas pudiera provenir de verse involucrado desde tan joven en la cultura del gambleo, pero Nolan Dalla asegura que Stu nunca probó la cocaí­na hasta que un amigo se la ofreció como consuelo el dí­a en que falleció su referente en la vida, su madre.

Como el dinero le quemaba en las manos y las drogas eran rivales mucho más complicados que los otros jugadores de la mesa, la estrella de Ungar se apagó en tiempo récord. Acabó convertido en un desagradable recuerdo que volví­a a la mente de los que le conocí­an al verle entrar en los casinos, desaliñado, esquelético, buscando a quién sacarle algo de dinero prestado por los viejos tiempos. Andy Black recuerda que mirar a Ungar daba hasta miedo: «Nunca vi a nadie que pareciera tan falto de vida estando vivo».

De vez en cuando, alguien recobraba algo de confianza en Stu y le metí­a en algún torneo. En 1990, llegó de nuevo a la mesa final del Main Event, pero no se presentó a jugarla. Se quedó inconsciente en la habitación de su hotel y le comieron las ciegas en novena posición.

Corrí­a el año 1997, y Billy Baxter, que estaba jugando una partida de high stakes y estaba ganando mucho, se dejó convencer de nuevo por un pedigí¼eño Ungar para bancarle como antaño y le pagó la entrada al Main Event. Stu apareció por el casino el dí­a del torneo desaliñado, con resaca, en una condición fí­sica que asustaba al que le veí­a. Mike Sexton recuerda que tras el primer descanso se le acercó y le dijo «No creo que aguante todo el dí­a». Sexton le pidió que se compusiera, que intentara llegar al final de la jornada y que una buena noche de descanso lo arregalarí­a todo.

Stu hizo un esfuerzo consciente por reponerse, acabó con el segundo o tercer mayor stack de la sala y al dí­a siguiente apareció recién duchado y afeitado, despierto y concentrado en volver a demostrar que era el mejor jugador de poker de todos los tiempos. La final se grabó en medio de la calle Fremont, y Ungar volvió a aparecer frí­o, calculador e implacable ante las cámaras, pese a que los estragos de la mala vida se mostraban perfectamente en su rostro desfigurado.

El cuento tuvo final feliz. Ganó el torneo. El acuerdo con Baxter era repartir el 1.000.000$ a medias, y todos los que le animaron a rememorar sus mejores dí­as creyeron que la última esperanza para recuperar al niño, a «The Kid», tení­a visos de éxito.

Pero Ungar volví­a a estar arruinado a los cuatro dí­as de haber ganado el torneo. Ungar se habí­a vencido de nuevo a sí­ mismo, ya que no habí­a nadie más que pudiera hacerlo. Un año más tarde, Baxter intentó que defendiera el tí­tulo de campeón en el Main Event, pero no consiguió ni que apareciera por el casino. Unos pocos meses más tarde, apareció muerto en un motel de los arrabales de Las Vegas.

Esta es una versión libre del contenido del documental, que está en inglés. Visita el enlace a Pokerlistings para agradecer el esfuerzo en la producción, aunque te dejemos insertado aquí­ el documental para tu comodidad.

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