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‘Smile’, una oda a la sonrisa y el carisma de Thor Hansen

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En mayo de 1988, en el Binion’s, muchos aficionados al poker esperaban ansiosos el torneo de 5.000$ de Stud, un formato el que muchos dieron sus primeros pasos jugando en la cocina con sus padres o sus abuelos.

Johnny Chan podrí­a ser el tipo que más reviuelo levantaba entre las multitudes, el No Limit Hold’em era el juego del Main Event, el preferido de la televisión, pero no era el poker con el que crecieron. Por eso el Stud y el 2-7 Draw tení­an torneos de 5.000$ programados entre los 12 eventos de las famosas World Series of Poker, porque merecí­an un sitio de honor.

En el torneo se acabó imponiendo un extrovertido jugador extranjero, con el pelo largo, lacio y una enorme sonrisa que se cerraba alrededor de un cigarro. Thor Hansen derrotó en la mesa final a Jack McClelland, que luego serí­a director de torneos en el Bellagio, y a Gabe Kaplan, actor y comentarista que ya habí­a ofrecido sus mejores trabajos como actor fijo en la comedia televisiva «Welcome Back, Kotter» y como cómico en los mejores shows de la ABC. Algún despistado no lo sabrí­a, pero Hansen habí­a aprendido a jugar al Stud a base de estudiar a Doyle Brunson y Chip Reese en las partidas privadas más duras de Las Vegas. Pagando bastante por sentarse a su vera y cruzar cartas con ellos.

Hansen sobrevivió a esa dura escuela, y entró en el más selecto cí­rculo del poker estadounidense, algo que siempre habí­a perseguido desde que jugaba con su hermano en el hipódromo local en su Noruega natal. Bancó a Stu Ungar, y jugó bancado por Larry Flint, por ejemplo, í­ntimamente conectado a las figuras más prominentes del poker en Las Vegas y en el sur de California, sus lugares de residencia estacional durante muchos años.

Thor vivió un cambio de siglo antes de volver a lucir un brazalete. El poker habí­a crecido mucho, era 2002. El año siguiente el Main Event lo iba a ganar un tal Moneymaker, pero aunque ya no iba a volver a ser prominente en la nueva era que se avecinaba, Thor ya era una leyenda en su Noruega natal.

La avalancha del poker online sepultó su nombre bajo los de otros compatriotas como Johnny Lodden o Annette Obrestad, pero para el poker de aquellas latitudes solo habí­a un Padrino, y ese era Hansen.

A Thor le dieron la terrible noticia de que tení­a un carcer inoperable en 2012. El diagnóstico inicial establecí­a una esperanza de vida calculada en meses, no en años. Llevaba ya casi una década sin ganar un torneo, se le presentaban las poeres odds de toda su carrera, pero seguí­a amando tanto la vida como el poker.

Hansen no ocultó su enfermedad, ni las ganas de prolongar sus visitas anuales a Las Vegas, a pesar de retirarse a Noruega junto a su mujer Marcella, a la que conoció en aquel lado del Atlántico. Tal fue la naturalidad con la que aceptó su situación que acabó grabando un documental sobre las alegrí­as y desdichas que se sucedí­an durante su lucha diaria contra el maldito bicho.

Hansen, que siempre supo hacerse acreedor al estatus que le otorgaron los colegas de profesión de su paí­s, habí­a acompañado a otro millar de noruegos hasta Dublí­n en 2015 para jugar los Campeonatos Noruegos de Poker en el exilio.

Ese año, los organizadores eligieron a una asociación dedicada a la lucha contra el cáncer de sangre para recibir la donación anual recaudada en el evento. Un par de jóvenes cineastas viajaron a Dublí­n para encontrar un par de «actores» entre los jugadores y grabar con ellos unos anuncios para la asociación. Dada la temática, el aura que rodeaba a Hansen en aquel ambiente y el carisma del Padrino, las directoras empezaron solicitándole una colaboración. Horas más tarde, ambas autoras estaban entusiasmados con un nuevo proyecto, narrar la vida de Thor Hansen en un documental.

El film, de 75 minutos de duración, acaba de ver la luz. Su tí­tulo, «Sonrí­e«, oculta todas las dificultades que surgieron para su realización. Una de las directoras también habí­a sufrido un cáncer previamente, y recayó durante la grabación. Fue un proyecto personal que hubo que reposar entre otros trabajos, además de que las fuerzas de Hansen solo permití­an grabar en periodos de tiempo acotados entre otros en que sus circunstancias, sus escasas fuerzas, no permití­an grabar.

Hansen falleció en diciembre de 2018. Su última caja, la 199ª, fue precisamente en el campeonato noruego de Dublí­n, solo seis meses antes del desenlace. Nunca llegó su caja 200 en Hendon’s Mob.

Celebramos que al fin sale al mercado esta pieza de su legado. Está a la venta en la plataforma Vimeo.

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