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Lo más extraño en Las Vegas eres tú

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Las WSOP® 2015 están a la vuelta de la esquina y muchos aficionados al poker preparan sus maletas para desembarcar en Las Vegas. Muchos repiten y otros perderán su virginidad pendiente con la capital mundial del vicio. Dicho así­ parece que Las Vegas es una perversa mutación de ciudad donde es imposible escapar de las garras de todos los pecados habidos y por haber. Pues no es para tanto.

Quiero dejar fuera de estas lí­neas los tópicos de lugares que visitar, cosas que hacer y fotos que disparar. Claro que hay que aprovechar el viaje para ver el Gran Cañón, claro que hay que cagarse por los pantalones subiéndose a las 4 atracciones del Stratosphere, claro que hay que posar junto a las vedettes del Flamingo, claro que hay que ir al Down Town a empaparse de la esencia de la vieja Las Vegas y claro que hay que hacerse una ruta interminable por todos y cada uno de los casinos de la strip y algún otro no tan céntrico.


No te puedes ir sin esta imagen

Pero hay más. Y no es peligroso ni te juegas nada que no te quieras jugar… y no hablo de dólares.

Cuando vas a Las Vegas tienes que dejar en casa todos tus prejuicios y disfrutar de Sin City como cualquier americano. Para ellos, Vegas es un parque de atracciones… y realmente lo es. Ellos van con sus familias a disfrutar, niños incluidos, y a conmemorar cualquier tipo de celebración que se les pase por la cabeza. Allí­ puedes encontrar (en este caso en la piscina del Flamingo), desde padres que le ragalan a su hija por su graduación un buen par de tetas y un billete a Las Vegas para que las estrene, con ellos incluidos en el viaje por supuesto, teenagers cargadas con bolsas de Gucci, Prada, Hermí¨s, Armani, cruzando la pasarela sobre la strip en busca de otro centro comercial donde completar su álbum de postalillas de marcas a base de incendiar la credit card de papi, hasta trileros, sí­ trileros como los de las Ramblas, en la ciudad con más juego legal del mundo. Alucinante.


Misma piscina aunque con distintas protagonistas

Así­ que, si un tipo, delante del Parí­s, te ofrece una limusina y dos copas en un local de streptease para ti y tus 3 amigos, por 40$ por cabeza, dile que lo dejas en 150$ los 4 y os vais. No hay trampa ni cartón. En menos de 10 minutos está la limusina en la esquina y en 20 estás cambiando 10$ en billetes de 1$ para hacer como en las pelis y colgárselo del tanga a una joven, o no tan joven, de Dakota del Norte, que se maneja en la barra vertical con la misma destreza que Comaneci lo hací­a, en Montreal, en la horizontal. Barras y estrellas, la imagen de los Estados Unidos.

No te lo pierdas, porque a lo mejor te puedes encontrar en el local con las participantes en una despedida de soltera que no hacen más que poner billetes en el tanga de la artista para que refriegue sus «pechotes», que dirí­a el Recio, por la cara de la futura esposa. Debe de ser algo muy americano porque ese mismo dí­a, la parte masculina de una pareja también inundó el tanga de otra profesional de la danza para que hiciera lo mismo con la parte femenina de la pareja. Desconozco si eran matrimonio, pero tampoco serí­a nada extraño. Ya me quedó claro que allí­ nada es extraño.


Que no falte de nada, señores

Tan poco extraño como estar jugando un sit&go, a 30 metros de la puerta al pasillo que conduce a los servicios, y empezar a ver mucho revuelo por allí­. Preguntarle al crupier y enterarte de que acaban de encontrar un hombre muerto. Pocos minutos después ver llegar al CSI con sus maletas y sus chalecos igualitos, igualitos a los de la tele, colocar la cinta amarilla de «Police Line. Do not Cross» (solo inhabilitando la mesa de Black Jack en la que estaba jugando probablemente mientras se producí­a el incidente) y que todo el mundo siguiera con su actividad normal. Todo el mundo. Lo más extraño de ese rato en el O’Sheas fue que yo ganara el sit.


No es el «sit de la muerte» pero sí­ la misma mesa

Si te estás dando un homenaje de noche y andas strip arriba y strip abajo a eso de las 3 de la mañana podrás disfrutar de un espectáculo que no viene recomendado en ninguna guí­a de viajes. Ver el regreso a los hoteles de esas jóvenes americanas que están disfrutando al máximo el Salou de América, no tiene desperdicio. Lo mismo te encuentras a la reencarnación de Naomi Campbell con un vestido dorado que parece ser su segunda piel, sobre unos tacones de vértigo, que camina como si lo hiciera por la mismí­sima pasarela de la semana de la moda de Milán, que una esquina más tarde te das de bruces con la Teté Delgado americana, embutida en la misma talla del mismo vestido dorado y caminando con el mismo garbo que la anterior y orgullosa de ser como es. Qué grandes son la gallega y la americana. Mujeres sin complejos. I like. Y raro será que junto a ellas dos no te cruces con coetáneas caminando como si la acera tuviera las mismas curvas que la ascensión al Tourmalet y con peligro de lesión grave si el descenso de los tacones que portan no es sentadas a los pies de la cama. Con suerte,alguna que otra «ostia terrible» podrás presenciar.

Y, si te sigue quedando corta la noche, no te extrañes de ver a las puertas de los casinos e incluso dentro, pero de forma muy muy discreta porque la seguridad privada está ojo avizor, a profesionales del sexo en busca de extranjeros con los que completar la jornada laboral. Mejor dicho, europeos, porque las 6 de la mañana es la hora de despertar de los americanos y a esas horas por las calles de Las Vegas solo hay runners… qué pereza da en esos momentos y a 25 grados.

Si todo lo anterior lo aderezas con ratos en las mesas de black jack frente a crupiers salidas de cualquier número del Play Boy, que además son simpáticas y agradables mientras están haciendo su trabajo, (ATENCIÓN: no has ligado… solo te sonrí­e porque está trabajando, no lo olvides) o frente a un tipo de New Jersey disfrazado de Michael Jackson o una señora de edad indeterminada disfrazada de Dolly Parton con los pechos a la misma altura y con el mismo volumen (qué momentos en el desaparecido Imperial) o departiendo en tu spanglish y su inglispain con uno de los 4 amigos de urbanización de Wisconsin que se fueron a pulir en diversión los 20.000$ de beneficios de su primer año de empresa online en común ( los otros 3 llegaron después y doy fe de que en alcohol se habí­an gastado una parte de los beneficios) o junto a un japonés pelado de frio por el aire acondicionado del casino, pero feliz de estar sentado junto a un español que le explica alguna que otra norma básica del juego para que se levante lo menos posible al cajero para cambiar en fichas de 3.000$ en 3.000$… tienes una noche completita en Las Vegas.

PD. Todo lo anterior será posible si no te crees el más listo del pueblo y sigues el camino marcado por las autoridades estadounidenses. Nunca te pienses que «todo el monte es orgasmo». En Las Vegas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

PD 1. Las imagenes que ilustran este artí­culo son «de las que se pueden enseñar» y podéis revisarlas en nuestras galerí­as de Vive Las Vegas 2011 y Vive Las Vegas 2012. Hay más, pero ya sabéis: «Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas».

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