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Daniel Negreanu y Pokerstars se dan la mano y se dicen adiós

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Uno de los pocos testimonios de la edad dorada del poker que quedaban en pie en la industria era la relación contractual entre Daniel Negreanu y Pokerstars. Y también esta llega a su fin.

Negreanu no era ningún desconocido cuando los Scheinberg vinieron a llamar a su puerta. Su primer brazalete de las WSOP estaba a punto de cumplir una década.

Daniel era el agente libre más codiciado en una batalla entre los despachos de Pokerstars y Full Tilt Poker por completar el álbum con los cromos más deseados por los aficionados que se dejaban hipnotizar por los episodios de High Stakes Poker o Poker After Dark

Los de Ferguson ganaban de largo la batalla con Ivey, Matusow, Seidel o Gus Hansen en sus filas, mientras que Barry Greenstein y Chris Moneymaker representaban a los canadienses.

Negreanu, por sí­ solo, dio un salto de calidad al equipo que la sala recompensó, según se sospecha, abundantemente. La lealtad entre ambas partes se ha puesto a prueba en muchas ocasiones, a través de sucesos tan graves como el Black Friday o trastornos tan importantes como los cambios de propietario en Pokerstars.

El highstaker de las Vegas salió reforzado de cada prueba, e incluso se ofreció de escudo cuando el cambio en el sistema de lealtad de la sala encendió hogueras inquisitorias bajo sus pies. A Negreanu no le tembló el pulso ni la voz para defender decisiones que el resto de la comunidad juzgó como indefendibles.

Sin embargo, recientemente, las grietas en la más sólida relación del poker mundial empezaron a hacerse notorias. Y no por un enfrentamiento directo o por diferencias expresadas en público. Es un caso más similar al ocurrido con Jason Mercier. Simplemente, Daniel ha ido dejando ver un cambio en sus prioridades.

Han sido muchos los signos: leví­simos cambios en la agenda, como el anuncio de la venta de un paquete para torneos menores de las WSOP, en las que Daniel quiere volver a centrarse; o un cambio más apreciable en el carácter, como la falta de corrección polí­tica a la que le deberí­a obligar su papel de embajador en algunos enfrentamientos personales en redes sociales con gente como Shaun Deeb.

Pero, sobre todo, lo que más ha cambiado las circunstancias vitales de Negreanu es su reciente matrimonio. Como Mercier, Daniel parece dispuesto a dejar que su nueva familia sea la que dicte su futuro antes que cualquier relación de negocios.

Todas estas circunstancias son las que conducen a este mensaje.

«Mi vida va a tomar una nueva dirección, tener algunos hijos, emplearme a tope en las WSOP… y antes que todo eso tengo que decir que mi etapa, mi gran etapa, mi fantástica etapa con Pokerstars se caba. Dejo de ser embajador de la compañí­a«.

Negreanu se despide deseándoles lo mejor a sus ex-compañeros en las oficinas de la Isla de Man. El departamento de relaciones públicas de Pokerstars le devolvió las flores. «Daniel ha sido una de las caras más influyentes en Pokerstars y en el poker en general en los últimos doce años, y ha sido maravilloso tener su pasión, apoyo y consejo a lo largo de nuestra relación«.

Sin reproches y sin dramas, así­ termina la historia de uno de los dúos más icónicos del poker, engrandecido por las épocas buenas y reforzado en las menos ideales.

Con el canadiense no flota la duda de cuánto va a tardar en aparecer por partypoker, como sucedió en la caso de Jeff Gross, Matt Staples o Bertrand Grospellier. Tampoco en Pokerstars parecen decididos a buscar reemplazo de similares caracterí­sticas. Su último fichaje puntero fue el de Igor Kurganov, y más parece un guiño a Liv Boeree que otra cosa.

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