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Torneos de poker, ¿se pueden ganar con corazonadas?

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Doyle Brunson, una de las leyendas del poker actual, comentaba en una de sus muchas entrevistas televisivas que cuando se sienta en una mesa de poker, percibe una especie de nube de información encima de los jugadores; es su forma de describir la intuición como arma en la toma de decisiones en manos complicadas del juego. Otro gran jugador, Patrick Antonius, afirma que para poseer el talento necesario para ganar un evento de las Series Mundiales es necesario escuchar a tu instinto.

Hasta hace pocos años, la intuición no tení­a validez cientí­fica para el conocimiento de las cosas y quien afirmara que las sensaciones que transmiten este conocimiento instintivo le ayudaban en su toma de decisiones, serí­a instantáneamente desautorizado para ejercer cualquier tipo de responsabilidad. El pensamiento cartesiano de preponderancia de la razón sobre la emoción era irrefutable.

Pero desde hace unos años, la neurociencia ha cambiado el curso de las cosas, tras la introducción de modernas técnicas de diagnóstico por imagen como la RNMF (Resonancia nuclear magnética funcional) y sobre todo desde que los programas informáticos han ayudado a crear una nueva área de estudio del cerebro como es la Neurociencia Computacional, el panorama parece haber cambiado.

La Neurociencia Computacional trata de la integración de la neurologí­a con las matemátias. Busca una «formulación teórica con base matemática» de todos los comportamientos del cerebro humano

Estas técnicas computacionales han sido capaces ya de crear máquinas que pueden detectar y analizar multitud de expresiones emcionales del ser humano. Máquinas capaces de detectar el sarcasmo en Twitter, sistemas informáticos que reconocen emociones, robots capaces de anticiparse a acciones humanas, sistemas que detectan el estado mental de una persona… son sólo una mí­nima descripción de los recientes avances en el intento de comprender y reproducir acciones generadas por nuestro cerebro.

Hoy ya sabemos que la conducta de una persona no es necesariamente el resultado de un acto consciente; más bien al contrario, el inconsciente es el responsable de la mayoria de decisiones complicadas que tomamos, siendo el cerebro consciente, la razón, la que decide en situaciones simples. Se toman en multitud de ocasiones por algo que ha ocurrido en el entorno sin que hayamos sido conscientes de ello. Es la corazonada, es la nube de información que relata Doyle Brunson.

Antonio Damasio, neurólogo, Premio Principe de Asturias de las Ciencias 2005, en su libro «El error de Descartes» ya apuntaba este dominio de las emociones sobre la razón consciente. Damasio afirma incluso que las pasiones no pueden ser dominadas, controladas por el puro raciocinio, por la razón; se necesita una emoción que sea identificada por el cerebro consciente.

Es incuestionable ya que la conciencia es una mí­nima parte de las funciones del cerebro, y que percibimos, sentimos multitud de estí­mulos que no percibimos de forma consciente y que por tanto no podemos evaluar de modo y manera racionales. Esto es el origen de las «corazonadas», de las intuiciones.

Pero, ¿qué son y cómo se producen estas emociones? ¿Cómo podemos identificarlas? ¿Son el resultado de la experiencia vivida aunque no fuera consciente? ¿Son el resultado de un aprendizaje previo del que el individuo no es consciente? Y, según eso, ¿nos pueden ayudar realmente en las tomas de decisiones complejas?

Paul Ekman fue el primero que describió que las emociones básicas están presentes en todos los humanos y que son idénticas, independientemente de la lengua, etnia o educación, se representan por la expresividad facial y tienen un sello biológico. Se han detectado circuitos especí­ficos cerebrales para ciertas emociones básicas como el miedo, alegrí­a, amor, ternura, la furia, la tristeza y otras. Asimismo hay otras emociones secundarias como el orgullo, la vergí¼enza, el asombro y otras. Lo cierto es que las emociones condicionan nuestro comportamiento, y la toma de decisiones depende de ese comportamiento. Si aceptamos que las emociones condicionan nuestros actos, lo cierto es que podemos perfectamente ser engañados por una emoción.

Daniel Kahneman y Amos Tversky, describieron un fenómeno que denominaron como «aversión a la pérdida». Podemos concluir de sus trabajos que cuando una persona se enfrenta a un dilema, con un grado de incerteza alto, no suele evaluar demasiado la información, no hace calculos matemáticos. Su decisión va a depender de una concreta lista de sentimientos, de emociones. Afirman que en el ser humano es más doloroso el riesgo de perder que satisfactorio el placer de ganar. Concretamente, en la toma de decisiones complejas las posibles pérdidas cobran más importancia que los probables beneficios. En resumen, la aversión a la pérdida es la causa de que podamos ser engañados por una emoción.

Las emociones pueden, sin embargo, provocar una ingente cantidad de información que, aunque no consciente, nos ayude en ciertas situaciones. Un ejemplo de esto es la demostración que la intuición puede ser un organo complementario a la vista. Simplificando esto, la intuición es una manera de ver cosas.

Ron Rensink en una investigación destinada a explorar la ceguera temporal que en ocasiones impide a los conductores ver un peligro inminente, ha descubierto accidentalmente que algunas personas son capaces de percibir cambios en un entorno segundos antes de que ocurran, es decir, adivinaban un cambio en una secuencia fotográfica. Una especie de sexto sentido, una forma de percepción visual distinta de la vista, capaz de anticipar acontecimientos antes de que ocurran.

Como resumen de lo comentado hasta ahora, parece claro que las decisiones complejas las solemos tomar atendiendo a las emociones más que al análisis racional de la información que disponemos. Así­ pues, cabe preguntarse… ¿Son racionales nuestras emociones?¿Responden a instintos primitivos de la especie humana o son el resultado del análisis de información no consciente que opera en nuestros cerebros? ¿Están nuestros cerebros preprogramados desde el nacimiento para la toma de decisiones?

Hoy sabemos que ocurren muchí­simas cosas en nuestro cerebro y que ocurren de forma inconsciente. Haynes define esta actividad como un gran procesamiento de información en segundo plano. Kumaran ha descubierto que la clave en la toma de decisiones es la interactuacción entre la amigdala (derecha en la figura), una zona del cerebro relacionada con la memoria y la corteza prefrontal (izqda. en la figura). El hipocampo se encarga de crear y almacenar conceptos básicos que después pasan a la corteza prefrontal, de donde se extraen y utilizan cuando la ocasión lo requiere. El hipocampo además está envuelto por circuitos neuronales que son responsables del uso de los conceptos básicos aprendidos en situaciones nuevas.

En la parte más anterior de los lóbulos frontales (3 en la figura) se encuentra el sustrato de numerosas funciones cognoscitivas que son importantes para la flexibilidad de nuestra conducta, para el mayor grado de libertad respecto a los instintos que poseemos si nos comparamos con otras especies con un cerebro menos complicado y para la planificación y, sobre todo, anticipación del futuro.

La parte inferior, llamada área órbitofrontal, está más ligada a funciones que tienen que ver con información interior del organismo, es decir, memoria a largo plazo, afectos, sentimientos, recompensas, etc. La Corteza Órbito frontal, es la parte del cerebro que integra las reacciones viscerales en el proceso de toma de decisiones. Cuando un individuo tiene diversas opciones para elegir, la mente intenta decirle cuál es la mejor opción, ya ha evaluado las distintas alternativas fuera del pensamiento consciente y ha transformado éste análisis en una emoción, en una sensación positiva. Cuando la corteza órbito frontal no es capaz de comprender las propias emociones ocurre una imposibilidad para tomar decisiones. En los casos en los que una lesión que ocupe espacio (tumor o hemorragia) y provoca lesiones en la corteza orbito frontal, el paciente es incapaz de tomar decisiones; podrí­a tardar dias en decidir si escoge entre un lunes ó martes para una reunión de agenda.
Por otra parte, la región dorsolateral de la corteza prefrontal estarí­a más ligada a la información que proviene del exterior, es decir, con la sensorialidad y la motricidad.

Los patrones de información que generan una experiencia no consciente están generados por las neuronas dopaminérgicas. Funciona con la experiencia inconsciente en el sentido de «si aparece tal cosa, entonces sucede tal otra«. La Corteza Cingulada anterior (ACC) es una pequeña zona abundante en neuronas dopaminérgicas que puede amplificar el impacto de predicciones erróneas, aprende de experiencias presentes y pasadas, es el área que aprende de los errores y ayuda a tomar decisiones correctas.

La ACC también tiene unas neuronas especiales, las fusiformes, que son las capaces de transmitir emociones por todo el cerebro y funcionan de la siguiente manera: Cuando la ACC recibe información de las neuronas dopaminérgicas, las fusiformes la transmiten a todo el cerebro a una velocidad inimaginable, y lo «llenan» de esa sensación. Así­ pues, las emociones son más que «razonables», proceden de predicciones de células cerebrales que están continuamente autoajustándose. Nuestras emociones surgen de la experiencia vivida y aprendida inconscientemente. Las neuronas dopaminérgicas calculan automáticamente las diferencias entre expectativas y resultados. Con sus errores mejoran, y a la larga provocan que sucesivos fracasos fuercen el éxito.

Según Bechara, las neuronas dopaminérgicas detectan de forma automática patrones invisibles, no conscientes y asimilan datos que no podemos comprender de forma racional.

Si admitimos que las emociones pueden ser erróneas, debemos aprender a adiestrarlas, así­ pues, podrí­amos concluir que la intuición correcta es el resultado de una práctica, de un entrenamiento. La capacidad para aprender de los errores es la mayor fuente de conocimiento.

Facundo Manes, uno de los grandes cientí­ficos de la neurologí­a cognitiva, afirma que los seres humanos, basándose en experiencias previas, aprendizaje e intuición, toman decisiones de forma inmediata y automática. No somos máquinas analí­ticas y lógicas. Una toma de decisión es básicamente el resultado de una elección en términos de costo-beneficio, pero ésta ecuación simple que sólo requiere de inteligencia y conocimiento racional, podrí­a no ser suficiente, de hecho, está demostrado que no serí­a suficiente para tomar decisiones acertadas. Falta el impulso emocional, que es generado por el cerebro no consciente.

El archiconocido caso de Phineas Gage, prueba que sin éste impulso emocional, el cerebro no tomarí­a decisiones acertadas. Phineas, en 1848, a la edad de 25 años era un responsable, equilibrado y respetado capataz de una cuadrilla de obreros que trabajaban para el ferrocarril. Una mañana un accidente en la manipulación de un explosivo, le provoca que una gran barra de hierro, le atraviese la cara y le salga por la parte anterior de la cabeza, atravesando el lóbulo frontal. Phineas sobrevivió al accidente y no se vió afectada en absoluto su capacidad motriz, el habla ni su inteligencia, se expresaba correctamente y articulaba el pensamiento de forma lógica, sin embargo algo habí­a cambiado, se habí­a vuelto impulsivo, irreverente, en ocasiones obstinado y en otras vacilante. Tras el accidente, echó a perder su vida por su nuevo carácter, y jamás fue capaz de tomar decisiones correctas.

Un Phineas moderno, Elliott, paciente de Antonio Damasio, es otro ejemplo de la incapacidad para tomar decisiones en pacientes cuya corteza prefrontal se haya visto seriamente lesionada, en el caso de Elliott, la extirpación de un tumor, dejó inactiva esa región cerebral.
De multitud de casos ocurridos con lesiones en el área prefrontal en nuestro cerebro, hemos podido concluir que las emociones son crí­ticas para guiar y facilitar la toma de decisiones en el hombre. Esta área es la responsable de «integrar» los procesos emocionales y racionales del cerebro.

Antoine Bechara, neurólogo de la Universidad de California es un prestigioso investigador en el campo de la toma de decisiones humanas. Afirma Bechara que las decisiones son siempre una evaluación de los pros y contras de una actuación concreta. El cerebro es capaz de analizar tanto los beneficios inmediatos como las malas consecuencias futuras de una decisión, o al revés y sabemos que él área prefrontal es la encargada de realizar ésa evaluación y son las emociones las que nos habilitan para asignar un valor positivo ó negativo a ésa decisión. Si quitamos ésas emociones, las decisiones serí­an completamente lógicas y tendrí­an que basarse en hechos o informaciones muy objetivas.
Pero la toma de decisiones complejas, exige mucho más, en ocasiones puede exigir leer la mente de los demás. ¿Poseemos esta facultad en nuestro cerebro?

G. Rizzolatti, actual Premio Principe de Asturias de las Ciencias, descubrió las Neuronas Espejo, las cuales aportan a nuestro cerebro la facultad de leer ésa mente. Las neuronas espejo nos permiten entender la mente de los demás, no sólo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la simulación directa. Sintiendo, no pensando.

Hasta hace poco tiempo, la atribución de significado a las acciones observadas en otros individuos se explicaba a partir de complejos mecanismos relacionados con la memoria, las experiencias previas y los procesos de razonamiento. Sin embargo, con el descubrimiento de las denominadas «neuronas espejo», es posible explicar de un modo más sencillo esa situación tan habitual para todos de comprender inmediatamente lo que otro individuo está haciendo. Entender las acciones y las intenciones es una tarea que, aunque en ocasiones requiera de procesos más elaborados, se realiza de modo más directo y simple por medio de las neuronas espejo. Los conjuntos de neuronas espejo parecen codificar plantillas para acciones especí­ficas, lo cual permite a un individuo no sólo llevar a cabo acciones motoras sin pensar en ellas, sino también comprender las acciones observadas sin necesidad de razonamiento.

Las investigaciones de G. Rizzolatti, V. Gallasse, M. Iacoboni, L.M. Oberman, V.S. Ramachandran y otros muchos permiten afirmar que existe un ví­nculo entre la organización motora de las acciones intencionales y la capacidad de comprender las intenciones de otros. Esto supone la disolución de la barrera entre uno mismo y los otros, y es fácil comprender la ventaja que implica desde el punto de vista de la supervivencia. La comprensión de las intenciones y las emociones de otros es esencial.

Ramachandran llama a las neuronas espejo «neuronas de la empatí­a» por ser las implicadas en la comprensión de las emociones de los otros. De algún modo, si la observación de una acción llevada a cabo por otro individuo activa las neuronas que permitirí­an al observador realizar la misma acción, eso es leer la mente.

Las neuronas espejo del observador actúan como un sistema que permite la comprensión de las acciones y por tanto la empatí­a, la imitación, y la teorí­a de la mente. Incluso se ha sugerido que el sistema de neuronas espejo serí­a el mecanismo neural básico para el desarrollo del lenguaje. Rasgos todos ellos de capacidades relevantes para la hominización, desde un punto de vista evolutivo.
La corteza prefrontal dorsolateral es el centro racional del cerebro. Es la encargada de la percepción de los estados emocionales. Es la parte del cerebro que nos permite meditar y pensar en nuestras sensaciones, es la encargada de aplicar las mismas de forma consciente en la toma de decisiones complejas, es el que va a controlar de forma inteligente las sensaciones y decide a cuál o cuáles debemos hacer caso. Es la capacidad para autoexaminarse y tomar el control en la toma de decisiones. Esta parte de la corteza está interconectada con todo el cerebro, recibe información de todas partes y la enví­a a todas partes. Es el «boss», el que da las órdenes y procesa todos los datos que le llegan por muy especializados que sean.

El poker Texas Hold’em (MTT). Su toma de decisiones. Influencia del cerebro emocional y el aprendizaje inconsciente. Las corazonadas.

Esta modalidad del poker es uno de los juegos en donde mas información tanto racional (análisis estadí­stico, cálculo de probabilidades, etc.) como emocional (tells no perceptibles, sensaciones no explicadas , intuición no racionalizada) influye en el resultado final. En el éxito. La complejidad de algunas decisiones dificulta e impide la simplificación, protocolización ó estandarización de las mismas. Los jugadores de poker, solemos decir que una mano admite infinitas maneras de jugarse y que, en algunas situaciones, jugarla de una forma conduce al éxito y en otras idénticas situaciones, jugarla así­ conduce al fracaso.

Es lógico admitir que si jugamos un número increí­blemente largo de manos a lo largo de varios años en la modalidad de cash, debemos utilizar un esquema racional de toma de decisiones, basado en cálculos matemáticos y estadí­sticos. Eso nos asegurará minimizar el azar y obtener a la larga resultados positivos.

Pero los MTT (torneos multimesa) son diferentes. La estructura de ciegas y la certeza de que un solo error en una decisión, uno sólo, puede conducir al fracaso, los hace diferentes, y es ahí­ donde es necesario poner en marcha todos los mecanismos complejos que influyen en la toma de decisiones. En los MTT las matemáticas no garantizan el éxito. No existen formulaciones teóricas aplicadas sobre conceptos estadí­sticos que valgan, el juego es demasiado imprevisible para preveerlo de antemano.

Aquí­ es útil reflexionar sobre sensaciones, sobre intuiciones y dejar que influyan en nuestra toma de decisiones. Es útil reflexionar sobre errores pasados y eliminar de nuestro pensamiento sensaciones erróneas. Debemos en muchas ocasiones dejar escoger a nuestras emociones, para lo cual, es necesario entrenarlas, pensar en ellas y analizarlas racionalmente.

En resumen, se empieza a ganar torneos de poker cuando uno se da cuenta que este juego es algo mas que un problema de matemáticas. Debemos adivinar cuando los números no bastan. No hace ningún daño «pensar en lo que uno está pensando».